¿Cuál es el riesgo de no tener una real comunicación de riesgo?

¿Cuál es el riesgo de no tener una real comunicación de riesgo?


¿Rebrote? ¿Tercera, cuarta ola? A estas alturas, hemos perdido la cuenta de los peaks de contagios que hemos vivido en Chile producto de la pandemia del coronavirus. Lo que sí está claro es que nuevamente nos enfrentamos a una importante alza de casos que podría alcanzar los 15 mil contagios diarios en pocos días más, según especialistas. 

Las causas son diversas; el no uso de mascarillas en lugares con alto flujo de personas, el poco respeto a los aforos establecidos, esa suerte de intranquilizadora seguridad que nos ha proporcionado el alto nivel de vacunación, junto con el rápido avance comunitario de la variante Omicrón –la más contagiosa detectada hasta el momento- , podrían ser los elementos perfectos para una combinación peligrosa que podría hacer colapsar nuestros centros asistenciales. Sin embargo, al ver las últimas comunicaciones de la autoridad sanitaria pareciera ser que no es necesaria alguna variación en la estrategia que se sostiene hace meses. 

Es en este contexto donde la comunicación de riesgo debe tomar un papel protagónico, buscando minimizar conductas peligrosas, enfocando el mensaje de forma más efectiva para persuadir a la población en su comportamiento. Para la Organización Panamericana de la Salud (OPS), el objetivo final de ésta es que toda persona que esté expuesta a un riesgo sea capaz de tomar decisiones informadas para mitigar los efectos de cualquier amenaza a la salud y la sobrevivencia. 

Esta comunicación va más allá de la entrega de estadísticas, boletines o puntos de prensa con preguntas y respuestas. Principalmente, implica aminorar la incertidumbre y generar contención frente al caos que puede producir una situación de crisis en la población. Vale decir, requiere de comprensión de las percepciones, de las creencias y preocupaciones de los involucrados, siendo efectiva cuando es capaz de identificar y manejar –desde un comienzo- los rumores, la desinformación, las fake news, presentando el riesgo real que implica la emergencia para los habitantes de un territorio.

Uno de los principales desafíos de esta comunicación es generar percepciones concretas del riesgo que se corre. Al existir una percepción alta de éste, el comportamiento de las personas será mucho más prudente, bajando la peligrosidad de la situación. Por el contrario, una percepción baja conlleva una disminución de la percepción del riesgo que la población corre en la misma situación.

A casi dos años de la llegada del primer caso al país, los resultados son grises. Por una parte, más de 50 mil compatriotas han perdido la vida, otros miles han terminado secuelados, pero mostramos números ejemplares en términos de población vacunada. Sin embargo, el riesgo permanece y los desafíos que este virus nos ha impuesto siguen aumentando y acumulándose. 

Por esto, la comunicación de riesgos va mucho más allá de informar (contagios, ocupación de camas críticas, vacunados o fechas de inoculaciones de refuerzo). También conlleva la contención y el manejo de las emociones individuales y colectivas (como el miedo o la rabia contenida), con mensajes y acciones claras, consecuentes, inclusivas y transparentes, que no dejen espacios a dudas o interpretaciones y que inviten a todos los actores involucrados a ser protagonistas. 

Considerando el escenario actual, se confirmaría que este tipo de comunicación sigue siendo el talón de Aquiles en el manejo de la pandemia en Chile y una necesidad imperiosa para seguir avanzando en un camino que, por ahora, no tiene fecha de término.

Equipo GreenCom

Uno de los principales desafíos de esta comunicación es generar percepciones concretas del riesgo que se corre. Al existir una percepción alta de éste, el comportamiento de las personas será mucho más prudente, bajando la peligrosidad de la situación.

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